Procedente de una de las salinas más grandes del mundo, esta sal del desierto de Kalahari es, directamente, un regalo para nuestra cocina que llega directamente del continente africano.
Las salinas Makgadikgadi en Botsuana y Etosha en Namibia son sus espacios naturales que le dan vida y producen una de las sales más impresionantes que conocemos y, es que, un lago seco en medio de la sabana seca del noroeste de Bostwana tiene que generar algo, simplemente, maravilloso.
Su extracción tiene lugar por las acumulaciones subterráneas de sal de estas zonas y se seca bajo el sol del desierto. Gracias a este proceso sus propiedades son únicas y se diferencia del resto de sales del mundo.
Destaca su color blanco puro en el que se esconde una extraordinaria riqueza, con un sabor fino y elegante al paladar. ¿Su olor? Imperceptible. ¿El tamaño de sus cristales? De 0,5 mm de diámetro, aproximadamente.
Es un ingrediente tan versátil como el resto de sales, en pescados, ensaladas y verduras, con todos ellos combina. Aunque hay una receta obligatoria para darle a esta sal todo su poder: la lubina a la sal del Kalahari. El truco para que este plato quede perfecto es aliñar la sal con clara de huevo batida para después cubrir la lubina al completo y dejarla en el horno hasta que se cocine al completo. Levanta la capa de sal, acompaña tu lubina con lo que más te guste y ¡a disfrutar!.
Sal del desierto de Kalahari, un placer para tu paladar, un producto único y, sobre todo, perfecta para cualquier plato. ¡Te encantará!